Nutrición balanceada y el efecto en la nodulación en soja

Departamento de Desarrollo de Mercado y Producto – Amauta Agro S.A.

Introducción


La soja se cultiva en muchas regiones del país, incluso en zonas con climas y suelos muy distintos. En la Región Pampeana, se la cultiva de dos maneras: soja de primera, que se siembra entre octubre y noviembre, después de dejar descansar el suelo (lo que se llama barbecho) tras la cosecha del cultivo durante el verano anterior; y soja de segunda, que se siembra durante el mes de diciembre, justo después de cosechar un cultivo de invierno como trigo o cebada. Esto permite hacer dos cultivos en el mismo año.


También suelen presentarse ciclos de cultivos de servicio previos a la siembra de la soja de primera, que se realizan para mejorar la calidad de los suelos.

 

Tanto la soja de segunda como la de primera crecen y definen su rendimiento durante el verano, y se cosechan entre marzo y mayo.
Independientemente del tipo, la soja es una planta que demanda nitrógeno en grandes cantidades, ya que este es un nutriente clave para formar hojas, tallos y granos.

 

Sin embargo, al pertenecer a la familia de las leguminosas, cuenta con la posibilidad de tomar el nitrógeno presente en el aire y transformarlo en formas utilizables por los seres vivos. Este proceso se conoce como fijación biológica del nitrógeno (FBN).

 

La fijación biológica del nitrógeno (FBN)

 

Durante la FBN, las leguminosas establecen una simbiosis con bacterias especiales llamadas rizobios, que forman nódulos en las raíces de la planta. Dentro de los nódulos, los rizobios toman el nitrógeno del aire (N₂) y lo transforman en amonio (NH₄⁺) para que la planta pueda usarlo en su metabolismo. A su vez, para que esto ocurra, la planta debe proveer a los rizobios de azúcares producidos por la fotosíntesis. Así se da la relación simbiótica entre la planta y las bacterias.

 

La fijación biológica del nitrógeno no es constante a lo largo del ciclo de la planta. Durante las primeras etapas de crecimiento, especialmente en las fases vegetativas, su actividad suele ser baja. Para potenciar este proceso, en muchos sistemas productivos se inocula la semilla con rizobios antes de la siembra, asegurando así una fijación temprana y un adecuado suministro de nitrógeno al cultivo.

 

Cuando la soja entra en periodos reproductivos y de formación de granos, la demanda de nitrógeno aumenta, y también lo hace la actividad de las bacterias. Es en ese momento cuando la FBN alcanza su punto más alto.

 

Hay diferentes factores que pueden influir en la FBN, como la temperatura, la humedad, la salinidad del suelo, el pH y la nutrición.

 

Nutrición adecuada para una correcta nodulación

 

Para que la soja exprese todo su potencial, necesita una buena nutrición. Contar con los nutrientes justos y en el momento adecuado se vuelve un factor clave para favorecer la nodulación y, con ello, cubrir los altos requerimientos de nitrógeno del cultivo.

 

Por cada tonelada de grano que produce, la soja necesita alrededor de 80 kg de nitrógeno (N), 8 kg de fósforo (P) y 7 kg de azufre (S). Del total de nitrógeno mencionado, entre el 50% y el 70% suele cubrirlo la FBN.

 

Ahora bien, para que esta simbiosis funcione, la planta también requiere otros nutrientes. Por ejemplo, el fósforo no solo ayuda a que los nódulos se formen y trabajen correctamente, sino que también participa en la producción de energía dentro de la planta, algo fundamental para que las complejas reacciones que ocurren a través de enzimas fijadoras del nitrógeno, como la nitrogenasa, puedan llevarse a cabo. Si el fósforo escasea, los nódulos son más pequeños, menos activos y la planta no crece como debería.

 

El azufre, por su parte, participa en la formación de proteínas y enzimas que ayudan a que las bacterias actúen mejor, sobre todo en suelos con pH alto. Cuando este es insuficiente, la planta puede mostrar síntomas parecidos a los de una deficiencia de nitrógeno.

 

Además, existen otros nutrientes que, aunque no siempre se mencionen, cumplen funciones importantes. El potasio ayuda a regular el agua dentro de la planta, el calcio facilita que las bacterias se adhieran a las raíces y el magnesio activa enzimas clave y mantiene sanas las células. Entre los micronutrientes, el hierro y el molibdeno son esenciales para que la nitrogenasa funcione, mientras que el cobalto y el cobre ayudan a transportar oxígeno dentro del nódulo.

 

En resumen, cuando la soja recibe una nutrición equilibrada, no solo crece mejor, sino que también activa con más fuerza su capacidad natural de fijar nitrógeno del aire. Esto se traduce en una mayor cantidad de nódulos, más activos y ubicados en las zonas clave de la raíz, lo que mejora la eficiencia del cultivo.

 

Desde el punto de vista económico y ambiental, esta simbiosis representa una ventaja doble: por un lado, reduce la necesidad de aplicar fertilizantes nitrogenados de síntesis química —lo que significa menos inversión y más rentabilidad—; y por otro, disminuye el riesgo de contaminación por exceso de nitrógeno en el suelo y en el agua.

 

Fertilización

 

Como se mencionó anteriormente, contar con una nutrición balanceada favorece notablemente la FBN y la nodulación. No obstante, la fertilización en soja no se reduce únicamente a la aplicación de nutrientes, sino que requiere cuidados respecto a cómo y dónde se aplica el fertilizante, ya que una mala elección o ubicación puede generar problemas.

 

Algunos fertilizantes contienen un alto índice salino o exceso de nitrógeno en forma amoniacal, lo que puede afectar a la semilla y la nodulación. Por un lado, compite con la semilla por el agua del suelo y puede liberar amoníaco (NH₃) en niveles tóxicos para las plántulas. Esto altera el metabolismo de la semilla y puede dificultar la germinación, perjudicando la emergencia del cultivo.

 

Cuando hay exceso de sales, por ejemplo, al aplicar altas dosis de fertilizantes fosfatados en la línea de siembra, los pelos radiculares no suelen desarrollarse correctamente. Esto limita la infección por rizobios y reduce la formación de nódulos.

 

Si bien el fósforo es un nutriente clave para la soja, algunas fuentes pueden generar efectos tóxicos cuando están en contacto directo con la semilla. En estos casos, es conveniente utilizar productos con bajo índice salino, que resultan más seguros para aplicaciones en la línea de siembra; o bien alejar el fertilizante de la línea de siembra (aunque esto puede comprometer su eficiencia); o reducir la dosis.

 

Actualmente existen nuevas soluciones que permiten aplicar el fertilizante en la línea de siembra sin afectar la nodulación ni la FBN; por el contrario, logran favorecer ambos procesos.

 

Fertilizantes microgranulados en la nutrición inicial de soja

 

Los fertilizantes microgranulados son una herramienta moderna que está cambiando la forma de nutrir cultivos como la soja. Aportan nutrientes justo donde la planta los necesita: cerca de la raíz, en sus primeros días de vida. Esto mejora el arranque del cultivo y ayuda a que las raíces crezcan más fuertes desde el inicio.

 

Gracias a su tamaño pequeño y uniforme, estos fertilizantes se distribuyen mejor en el suelo y liberan nutrientes como fósforo (P), zinc (Zn) y azufre (S) de forma rápida y localizada, lo que permite que la planta los absorba con mayor eficiencia, algo que no siempre ocurre con las fuentes tradicionales. Esa mayor eficiencia también posibilita aplicar dosis relativamente más bajas que las de un fertilizante convencional, lo que reduce el efecto salino y, en consecuencia, potencia la nodulación y la FBN.

 

En Amauta Agro, contamos con la familia Amauta Micro+, formada por microgranulados de alta eficiencia que brindan un aporte equilibrado de nutrientes desde la siembra. Su aplicación ultra-localizada junto a las semillas garantiza una distribución uniforme y un acceso diferenciado de los nutrientes, mejorando la absorción y utilización por parte de las plantas. Esto promueve una germinación óptima y un desarrollo radical vigoroso temprano, potenciando la correcta implantación del cultivo. Además, por aplicarse en proximidad a la semilla y reducir la interacción con el suelo, acelera la asimilación de nutrientes.

 

En ensayos realizados junto a Fundagro, el uso de fertilizantes microgranulados como Micro+ Plus demostró excelentes resultados en el cultivo de soja. Gracias a su granulometría fina y homogénea y su bajo índice salino, los microgranulados favorecieron una implantación más vigorosa, con mayor desarrollo radicular y una nodulación significativamente superior en comparación con fertilizantes convencionales e incluso con los lotes sin fertilizar.

 

Los datos fueron contundentes: se observó un incremento del 61% en el número de nódulos en la corona y raíz principal respecto al testigo, y un 38% superior al MAP. Además, el peso total de nódulos aumentó un 154% frente al testigo y un 16% respecto al MAP, evidenciando una mayor actividad simbiótica y eficiencia biológica.

 

Este efecto se asocia a la menor salinidad del producto, lo que evita interferencias con la inoculación y promueve una simbiosis más efectiva entre la soja y las bacterias del género Rhizobium. Los nódulos formados especialmente en la raíz principal tienen un papel clave, ya que son los de mayor capacidad de fijación biológica de nitrógeno (FBN), proceso esencial para abastecer la alta demanda de este nutriente durante las etapas de crecimiento y llenado de granos.

 

En conjunto, estos resultados confirman que los fertilizantes microgranulados no solo mejoran la nutrición inicial del cultivo, sino que potencian la FBN y contribuyen directamente a la formación del rendimiento, fortaleciendo uno de los pilares fisiológicos más importantes de la soja.

Tabla

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Bibliografía

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