El trigo es uno de los cultivos estratégicos de la Argentina, tanto por su importancia en la rotación agrícola como por su aporte a las exportaciones. Con una superficie que ronda entre 6 y 7 millones de hectáreas, el país se ubica entre los principales productores y exportadores mundiales. La región pampeana concentra la mayor parte del área sembrada, aunque en los últimos años también se ha expandido hacia zonas del NOA y NEA, adaptándose a ambientes más variables en términos de agua y temperatura.
Pese a ser uno de los cultivos extensivos principales del país, las brechas entre el rendimiento potencial y el rendimiento alcanzado en trigo son muy significativas. Estudios del Global Yield Gap Atlas señalan que mientras el potencial del cultivo en Argentina puede superar las 7 t/ha, el rendimiento medio logrado en lotes productivos ronda las 3,5 t/ha. Esta diferencia, que representa hasta un 50% del rendimiento posible, se explica principalmente por la ocurrencia de estreses bióticos y abióticos. En el primer caso se consideran diferentes plagas y enfermedades como las principales causas. En el segundo, debemos tener en cuenta diversos factores: para lograr un crecimiento óptimo precisamos una correcta provisión de agua, temperatura, humedad relativa, luz, nutrientes y CO2. Si cualquiera de estos factores se encuentra en exceso o déficit, ocurre lo que conocemos como estrés abiótico. Reducir esta brecha constituye un desafío y una oportunidad: alcanzar mayores rindes poniendo foco en mejorar la eficiencia y la productividad utilizando distintas tecnologías de manejo y de insumos.
Fertilizantes foliares
En este contexto, la fertilización foliar se presenta como una herramienta clave para reducir las brechas de rendimiento, permitiéndonos explorar rindes más cercanos a los potenciales. En los últimos años, el uso de fertilizantes foliares se ha consolidado como un complemento en la nutrición del cultivo, particularmente en etapas críticas donde la demanda de nutrientes es elevada o donde los estreses limitan la absorción radicular.
Dentro de los fertilizantes foliares, puede establecerse una clasificación en dos grandes categorías: los nutricionales y los bioestimulantes. Los primeros cumplen la función de suministrar macro y micronutrientes como nitrógeno, fósforo, potasio, zinc, manganeso, hierro, cobre, boro o molibdeno, corrigiendo deficiencias y actuando de manera rápida en etapas de alta demanda por parte del cultivo. Por otra parte, los bioestimulantes no aportan nutrientes de forma significativa, sino que actúan modulando procesos fisiológicos y metabólicos que mejoran la eficiencia en el uso de nutrientes y la tolerancia del cultivo frente a estreses bióticos y abióticos. En esta categoría, se incluyen extractos de algas, aminoácidos, ácidos húmicos y fúlvicos y reguladores de crecimiento, que han demostrado favorecer la tolerancia a distintos estreses como sequía, salinidad o heladas.
Impacto de la fertilización foliar en trigo
En Argentina, el uso de fertilizantes foliares en trigo ha mostrado una creciente adopción, en especial como complemento a la fertilización de base. Su implementación busca corregir deficiencias puntuales y acompañar la demanda nutricional en momentos críticos del cultivo, particularmente entre macollaje y llenado de grano. Entre los nutrientes aplicados por vía foliar, el nitrógeno ocupa un lugar central, ya que permite corregir deficiencias en etapas donde el cultivo tiene una demanda nutricional alta y mejorar tanto el rendimiento como la calidad de grano. Su aplicación foliar, ha mostrado impactos positivos en el peso de mil granos y en la proteína. El azufre, por su parte, se utiliza con frecuencia en aplicaciones foliares que aseguran un aporte directo al metabolismo de aminoácidos azufrados, mejorando la síntesis de proteínas y contribuyendo a la eficiencia de uso del nitrógeno.
En el caso de los micronutrientes, se destacan el zinc, el manganeso y el cobre. El zinc participa en la síntesis de auxinas y el desarrollo radicular, promoviendo un macollaje más uniforme. El manganeso interviene en la fotosíntesis y en la activación enzimática, resultando clave en el llenado de grano. El cobre contribuye a la lignificación de tejidos y a la resistencia a enfermedades, fortaleciendo la sanidad del cultivo (Torres Duggan, s.f.).
En cuanto a los bioestimulantes, se destaca el uso de aminoácidos, por su versatilidad en cuanto a momentos de aplicación y las diferentes rutas metabólicas que potencia, según la condición de los cultivos y la etapa fenológica en la que se utilizan. Los aminoácidos son compuestos que cumplen un rol central en la fisiología del trigo, ya que participan como precursores directos en la síntesis de proteínas y en la formación de metabolitos secundarios esenciales. Además, funcionan como osmolitos, ayudando a mantener la turgencia celular y la homeostasis hídrica bajo condiciones de estrés, como sequía o salinidad.
Su aplicación foliar puede mejorar la eficiencia fotosintética y la asimilación de nutrientes, al favorecer la síntesis de clorofila y enzimas clave en el metabolismo energético. Asimismo, se ha demostrado que la aplicación de aminoácidos contribuye a reducir la energía metabólica que la planta destina a la síntesis de estos compuestos de manera endógena, posibilitando un ahorro energético que libera recursos para procesos críticos como el crecimiento vegetativo, la formación de macollos y el llenado de granos.
Propuesta Amauta
Desde Amauta proponemos una estrategia de fertilización foliar que combina productos nutricionales y bioestimulantes en momentos estratégicos del ciclo del trigo, buscando maximizar la eficiencia en el uso de nutrientes y favoreciendo al cultivo frente a estreses ambientales.
Estrategia NS:
Solución foliar que aporta 20% N y 19% S, desarrollada para aplicarse alrededor del momento crítico de hoja bandera. Otorga un pulso de Nitrógeno acompañado de Azufre en esta etapa clave del ciclo del cultivo. Potencia el crecimiento, al optimizar la fotosíntesis, y favorece la traslocación de azúcares durante el llenado de grano. Además, complementa un aporte nutricional equilibrado, por incluir Fósforo, Potasio y micronutrientes como Boro, Molibdeno y Manganeso.
En un ensayo realizado en el sudeste de Buenos Aires durante la campaña 2022-23, se evaluó la aplicación de la Estrategia NS en Z3.9. Se dejó un testigo sin aplicación del producto. Al momento de la cosecha, se obtuvo una respuesta de aproximadamente 390kg/ha de trigo en el tratamiento aplicado versus el control. Los resultados se pueden observar en la Figura 1.
Figura 1. Ensayo Estrategia NS.
Estrategia NS Plus:
Solución foliar que combina el aporte nutricional con la aplicación de aminoácidos. Potencia el crecimiento y mejora la translocación de fotoasimilados, además de favorecer la actividad metabólica, mejorar la eficiencia de uso de los nutrientes y proteger al cultivo frente a estreses abióticos. De esta manera, logra potenciar el rinde y favorecer parámetros de calidad como el peso de mil granos y contenido de proteínas.
En la campaña 2024-25, en un ensayo realizado en norte de Buenos Aires, se evaluó la aplicación de la Estrategia NS Plus en trigo en z3.9. Se comparó el tratamiento versus un testigo control sin aplicación del producto. La respuesta obtenida por la aplicación de la Estrategia NS Plus fue de 630kg/ha de trigo por encima del control. En la Figura 2 se observan los detalles del ensayo.
Figura 2. Ensayo Estrategia NS Plus.
En síntesis, la fertilización foliar en trigo representa una herramienta clave para acortar la brecha entre el rendimiento potencial y el alcanzado en nuestros sistemas productivos. La combinación de nutrición balanceada y bioestimulación permite no solo responder a la demanda del cultivo en etapas críticas, sino también fortalecer su tolerancia frente a condiciones adversas. Los resultados obtenidos muestran que estas prácticas no solo incrementan la productividad, sino que además contribuyen a mejorar parámetros de calidad de grano. Desde Amauta, estamos convencidos que esta es la forma de aportar mayor estabilidad y competitividad a la producción de trigo en nuestro país. En un contexto de variabilidad climática creciente y mercados cada vez más exigentes, incorporar la fertilización foliar se transforma en una estrategia de manejo integral, que no solo asegura rendimientos más estables, sino que también mejora la eficiencia en el uso de los recursos y potencia la rentabilidad del productor.
Bibliografía