El inicio de esta nueva campaña de soja en Argentina se presenta con varios desafíos, marcados por diversos factores que pueden generar incertidumbre, como lo son la fluctuación en el precio del grano y el comportamiento del clima. El precio de la oleaginosa se mantiene en niveles bajos, con valores 20% menores al 2023. Por su parte, los pronósticos climáticos sostienen la tendencia hacia una “Niña” que no termina de definir su intensidad y momento de mayor impacto. Pese a esto, según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, las perspectivas de siembra muestran un incremento del 7,5% de la superficie respecto del año anterior, ligado principalmente a la caída de las hectáreas de maíz en la rotación.
Sobre estas variables, se plantea un escenario en el cual la clave del éxito estará condicionada por la eficiencia con la que se alcancen los resultados productivos. Para esto, determinar las 4 R de la nutrición (forma correcta, dosis correcta, fuente y momento correctos) para este cultivo permitirá maximizar el aprovechamiento de los recursos y potenciar el rinde alcanzable.
De acuerdo con Fertilizar Asociación Civil, “la limitante nutricional es la más importante” en la producción actual de soja en Argentina. “El rendimiento promedio de soja a nivel país está estancado desde hace años” y esto se debe, en mayor medida, “a la provisión deficiente y desbalanceada de nutrientes”. Por esto, enfocarse en el manejo de la fertilización y nutrición de la soja se convierte en una herramienta fundamental para aumentar la productividad y potenciar la rentabilidad del cultivo.
En ese sentido, vale la pena focalizar sobre la “Ley del mínimo”, la cual enuncia que la disponibilidad del recurso más escaso es la que limita el crecimiento, aun cuando los demás se encuentren en cantidades suficientes. Por su parte, la “Ley del óptimo”, afirma que las plantas utilizan mejor el recurso de menor disponibilidad cuanto más cerca del óptimo se encuentren el resto de los factores de producción. Es decir, que los recursos sean utilizados eficientemente depende de que se encuentren en su óptimo, cumpliendo de manera conjunta las dos leyes. Esto deriva en la importancia de una nutrición balanceada y la necesidad de conocer los requerimientos del cultivo, tanto de macro como de micronutrientes.
En la Región Pampeana, el nutriente más limitante para la producción de soja es el fósforo (P) (Salvagiotti et al., 2021). Este macronutriente es esencial para consolidar un sistema radical sano, favorecer una buena implantación del cultivo y acelerar el logro de una mayor cobertura, lo cual implica mayor intercepción y mayor crecimiento del cultivo. Además, con niveles de P Bray por debajo de 13 ppm se espera que el cultivo responda a la fertilización, y cabe destacar que, desde Fertilizar AC, han encontrado en algunos casos respuestas en rinde a la aplicación de fertilizantes fosfatados mayores al 20%.
En cuanto al nitrógeno (N), la soja tiene altos requerimientos: precisa 80 kg de N por cada tonelada de grano producida. Este nutriente es provisto a través de la fijación biológica de nitrógeno (FBN), en complemento con el nitrógeno aportado por el suelo. Para cubrir el requerimiento nitrogenado no solo es fundamental asegurar una buena inoculación de la semilla con bacterias fijadoras, sino también proveer una nutrición que incluya P, S, K, B, Zn, Co y Mo, ya que estos macro y micronutrientes son promotores de la FBN.
Otro nutriente de relevancia que debe incluirse en una estrategia de fertilización es el azufre (S). Este participa en la síntesis de aminoácidos y proteínas, siendo fundamental para sostener procesos enzimáticos tales como la fotosíntesis. El nivel de S en el suelo se encuentra muy relacionado a los niveles de materia orgánica y, si bien la concentración de S de sulfatos en suelo se utilizar como indicador, el ajuste de la dosis azufrada se basa en un criterio agronómico que contempla porcentaje de materia orgánica, historia de uso y rotaciones (Salvagiotti, 2014). La recomendación para la Región Pampeana es de entre 10 a 15 kg de S por hectárea. Con estas dosis, se han encontrado respuestas en el rango de 200 a 800 kg de soja por hectárea (Reussi Calvo).
Respecto de los micronutrientes, boro (B) y zinc (Zn) han cobrado particular relevancia. El B participa en la diferenciación y retención de estructuras reproductivas, al ser necesario para lograr una buena elongación del tubo polínico y asegurar un correcto cuajado de los frutos. Las mayores respuestas a la fertilización con B se han encontrado en aplicaciones foliares previas al inicio del período crítico (R2). Por su parte, el Zn induce la formación de triptófano, biomolécula precursora de las auxinas (hormonas de crecimiento vegetal). Además, participa en procesos de activación enzimática y promueve mecanismos de tolerancia al estrés. La recomendación es realizar análisis de suelo para evaluar niveles de Zn, el valor del umbral crítico se encuentra entre 0,9 a 1,1 ppm. Cabe destacar que se han obtenido respuestas a la fertilización con Zn, tanto cuando se lo aplica en el suelo como de manera foliar.
Desde Amauta, nos enfocamos en la nutrición balanceada para lograr eficientizar el uso de cada unidad de nutriente aplicada. Por ello, desarrollamos un porfolio de soluciones para soja focalizado en suplir de manera global los requerimientos de macro y micronutrientes. A la siembra, posicionamos nuestra familia Micro+. La misma está compuesta por fertilizantes microgranulados que proporcionan una mezcla química y balanceada de nutrientes de rápida disponibilidad para ser utilizados por el cultivo. Esto permite acelerar el desarrollo radical y lograr una buena implantación. La microgranulometría permite acompañar a la semilla en la línea de siembra, utilizando dosis que van de 25 a 35 kg/ha sin riesgo de fitotoxicidad. Esto es fundamental, ya que tanto la semilla de soja como la formación de nódulos funcionales son muy susceptible a este tipo de daño.
Dentro de nuestra familia de microgranulados, destacamos el Micro+ Plus, que aporta 46% de P2O5, 10% de N, 5% de SO3, 1% de Zn y, además, 6% de ácidos húmicos y fúlvicos. Aplicando 30 kg/ha de Micro + Plus a la siembra, hemos encontrado respuestas de hasta 1.676 kg/ha de soja por encima del tratamiento control sin fertilización y hasta 428 kg/ha de soja por encima del tratamiento con la tecnología de fertilización que venía utilizando el productor (Figura 1).
Figura 1. Ensayo Micro + Plus en soja. INTA Pergamino.
Desde una perspectiva económica y considerando el precio de la soja en 314 usd/tn (fecha cierre 18/10/2024) podemos expresar este resultado como margen en dólares por hectárea (usd/ha). En este caso, utilizando Micro+ Plus observamos un margen de 443 usd/ha, mientras que aplicando SPT obtenemos un margen de 333 usd/ha. En resumen, aplicando Micro+ Plus a la siembra, estamos ganando alrededor de 110 dólares extra por hectárea (Figura 2).
Figura 2. Cálculo de MB con Micro + Plus y SPT.
Continuando con la relevancia de la nutrición balanceada, mencionamos anteriormente dos micronutrientes esenciales para potenciar el crecimiento y desarrollo de la soja: el Zn y el B. Considerando el requerimiento de Zn, desde Amauta recomendamos el uso de Ziman como fertilizante foliar que aporta zinc, manganeso y aminoácidos. Esta composición permite generar un efecto de bioestimulación y eficientizar el uso de los nutrientes aportados. La recomendación, en este caso, es de aplicaciones en estadios vegetativos tempranos. En las mismas, hemos encontrado respuestas promedio de hasta 240 kg/ha de soja. Si expresamos estos resultados como margen en usd/ha, asignándole un costo de aplicación de 6 usd/ha y teniendo en consideración, como mencionamos anteriormente, el precio de la soja en 314 usd/tn, obtenemos un margen de 43 usd/ha (Figura 3). Es decir que la aplicación de Ziman permitió generar en promedio 43 usd/ha extra por encima del tratamiento sin aplicación del foliar.
Figura 3. Cálculo de MB para la aplicación de Ziman.
En cuanto al boro, Cuaje es la solución foliar capaz de aportar boro, fósforo y molibdeno, promoviendo las etapas de cuajado y llenado de granos. Se recomiendan aplicaciones foliares en R2, previo al inicio del período crítico, para potenciar el efecto del boro sobre la diferenciación de estructuras reproductivas. Hemos encontrado respuestas promedio en estas aplicaciones de 206 kg/ha de soja. Realizando el mismo análisis económico anterior, si expresamos el resultado de aplicar Cuaje en usd/ha, obtenemos un margen de 38 usd/ha (Figura 4).
Figura 4. Cálculo MB para la aplicación de Cuaje.
Como hemos observado hasta aquí, realizar una fertilización balanceada en soja es vital para promover la actividad fisiológica del cultivo y potenciar los rindes alcanzables. En el escenario complejo que se plantea para este año, el foco debe estar puesto en maximizar la eficiencia con la que utilizamos cada uno de los recursos aplicados. Por todo esto, la fertilización balanceada se consolida como una herramienta fundamental para alcanzar estos objetivos, asegurándonos un aumento de la productividad necesaria para garantizar los resultados económicos.